jueves, 27 de septiembre de 2007

47 años sin tregua cederista

Por Odalys Cimadevilla Valdés

Incendios de plantaciones de caña, secuestros de aviones civiles y militares, sabotajes a fábricas, ataques contra instalaciones y personal diplomático, asesinatos... Todos estos hechos se suceden a escasos meses del triunfo de la Revolución.

El enemigo de afuera y sus asalariados de adentro comienzan su intolerancia hacia la nueva Cuba.

Transcurre la noche del 28 de septiembre de 1960 y el pueblo había sido convocado frente a la terraza norte del antiguo Palacio Presidencial, para escuchar de Fidel los pormenores de su primera visita a las Naciones Unidas.

Una explosión se siente cerca. Luego otra más potente estremece la noche. Nadie se mueve, o sí, para juntarse como escudo protector en torno a Fidel, Raúl, el Che y otros dirigentes de la Revolución.

En estas circunstancias Fidel propone: “Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad.”

Los cubanos aceptaron la propuesta con entusiasmo y pocas horas después aparecían los primeros Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Nacidos bajo el terrorismo y las bombas imperialistas, los CDR se convirtieron muy pronto en un poderoso ejército capaz de salvaguardar las nuevas conquistas y destruir cualquier acción enemiga de adentro o de afuera.

Pero otras tareas de índole social esperaban a esta potente organización de masas.

A partir de 1962 se convirtieron en protagonistas decisivos de las campañas de vacunación contra la poliomielitis, verdadero azote de la población infantil y otras 13 enfermedades prevenibles que diezman a la población mundial. Hoy apoyan los ambiciosos programas de salud que sitúan a Cuba en la elite, con índices comparables y en algunos casos superiores, a los exhibidos por los países desarrollados.

Las donaciones voluntarias de sangre, de tan alto valor humano, constituyen una acción de primer orden de la organización cederista y un producto genuino y autóctono de la Revolución cubana.

También han hecho suyas, en primer plano, la vigilancia popular revolucionaria a nivel de cuadra, el trabajo conjunto de las Tropas Guardafronteras con los Destacamentos Mirando al Mar en el enfrentamiento a los recalos de drogas; la recogida de materias primas, trabajos voluntarios en la agricultura, en fábricas, escuelas, hospitales y barrios; la atención a las familias que lo necesiten; la higienización y campañas contra el mosquito Aedes Aegyptys; la alfabetización y superación del nivel educacional de la población.

Esta organización de masas -compuesta por más de ocho millones de cubanos- ha desarrollado en estos 47 años una fecunda labor política, ideológica, económica y cultural en beneficio de la comunidad y la familia.

La camarilla de Bush y sus lacayos no dejan de cacarear acerca de la transición en Cuba y pretenden organizar la sociedad civil cubana. En la Ley Helms-Burton, 1996, sección 205, Requisitos y factores para determinar la existencia de un gobierno de transición, exigen la disolución de los comité porque les duele saber que son la mayor organización no gubernamental del planeta y que sus integrantes no sean opositores al gobierno.

Tan querido por el pueblo que forma sus filas; odiados y temidos por los enemigos, los CDR siguen y seguirán en cada cuadra, en cada barrio haciendo Revolución y sin dar tregua.

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