miércoles, 26 de septiembre de 2007
Para Estados Unidos, el voto mundial es irrelevante
Por: Luis Rumbaut
Correo: digital@jrebelde.cip.cu
27 de septiembre de 2007 00:00:36 GMT
Una vez más, pronto, la Asamblea General de Naciones Unidas votará abrumadoramente por ponerle fin al bloqueo contra Cuba. El año pasado, el voto fue de 183 contra 4, con una abstención, el decimoquinto año seguido que EE.UU. quedó aislado del mundo en este asunto.
Los cuatro votos a favor del bloqueo fueron EE.UU. e Israel (como siempre), y dos novatos en el papel en rotación de títeres de apoyo. Esta vez, estos últimos no ostentaban ni técnicamente una política exterior independiente. Por ley, las relaciones internacionales de Palau e Islas Marshall son conducidas por EE.UU.
Prácticamente el mundo entero —pueblos y Estados, aun opositores del Gobierno cubano— rechaza al bloqueo. En respuesta EE.UU., paladín del libre comercio, sigue imponiendo nuevas y severas restricciones a la capacidad de Cuba para comerciar.
Ayer, el presidente Bush le pidió a la Asamblea mundial apoyo en su política contra Cuba, pero queda claro que la opinión del mundo no es una que aprecie el presidente. Él tiene sus propias ideas. Hace recordar lo que dijo John Bolton antes de su nominación como embajador en Naciones Unidas: «¡Lo único que importa es los intereses de Estados Unidos!».
Pero, ¿de quién precisamente son esos intereses? Muestran las encuestas que la mayoría de los ciudadanos de EE.UU. favorecen los viajes a Cuba. Aun en Miami, los residentes con familias en Cuba quieren poder visitarlas libremente. Más de una vez en años recientes, el Congreso votó a favor de desmantelar parte del bloqueo, encontrándose con que el texto acordado por ambas cámaras había sido retirado, después del voto, por la Casa Blanca de Bush y el recalcitrante liderato congresional. Los sectores agroindustriales de EE.UU. ponen a buen uso la excepción que les permite vender a Cuba, y no esconden su interés en profundizar las relaciones comerciales. Otros sectores —puertos, turismo, equipos pesados, máquinas-herramientas, farmacéuticos, entre otros— esperan con ansias el fin del bloqueo.
Pero, nada de eso cuenta. El presidente sigue amenazando con vetar cualquier ley que debilite el bloqueo. ¿De quién son los intereses que sirve el presidente? ¿A qué voz y voto presta atención?
La guerra del gobierno de EE.UU. contra Iraq ha conllevado ya la muerte de más de un millón de civiles, el desplazamiento interno de otro millón, y el exilio de dos millones más. La infraestructura del país, y hasta sus tesoros culturales, patrimonio de la humanidad, han sido destruidos o saqueados. (Decenas de miles de soldados de EE.UU. han muerto o sido heridos, y la economía de EE.UU. se tambalea con el peso de la deuda incurrida). El propio presidente asevera que hace todo esto para crear en Iraq un gobierno a su gusto, que comparta sus ideas de lo que es la libertad. A la vez, ha apretado las tuercas del bloqueo contra Cuba como ningún presidente anterior. ¿Tiene en mente para Cuba la misma clase de libertad que le quiere regalar a Iraq?
El Congreso, con la vista puesta en las elecciones de 2008, parece esperar a que el presidente haga implosión a mano propia. Si solo por falta de acción, ahora respalda la política del presidente, que en realidad es la misma política congresional de la ley Helms-Burton de 1996, la madre de todos los bloqueos.
Desde cualquier óptica, el gobierno de EE.UU. deja claro que, en cuanto al bloqueo de Cuba, le vale un pepino la opinión mundial, o aun la de sus propios conciudadanos. Pero la contradicción no desaparecerá de la vista pública. Una vez más, pronto, la Asamblea General reprochará seriamente a EE.UU., y con ello hará recordar que ya es hora de que el Congreso se mueva hacia una política más racional, en línea con la opinión mundial y doméstica. Levantar las restricciones sobre los viajes a Cuba sería un buen comienzo.
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