El bioquímico, que en su juventud lo acompañó en la primera aventura por Sudamérica, recordó al revolucionario a 40 años de su muerte. La dedicatoria que el Che le escribió antes de abandonar Cuba. El día que supo de su fin. "Ernesto fue, es, y seguirá siendo un ejemplo a seguir", dice a Clarín.com desde La Habana.
Gitano sedentario, aventurero andante, hombre de la Revolución cubana. Amigo íntimo de Ernesto Guevara. A los 85 años habla con un entusiasmo que contagia y enciende. Picardía argentina, matrícula cordobesa, cubano por adopción, Alberto Granado dice del otro lado de la línea telefónica que está bien de salud, que se siente joven, un pibe. Que el médico le recomendó evitar cada tanto el ron. ("Pero no le hago mucho caso", suelta entre risas). Que Cuba está hermosa. Dice también que está "recién recién" llegado de Italia, donde brindó una serie de conferencias sobre el Che "para mantener viva su memoria". Alberto, "el petiso", como le decía Ernesto. Compañeros entrañables, viajaron juntos por Sudamérica en 1951, aventura inmortalizada en la película Diarios de Motocicleta.
Arriba de la "La Poderosa" ampliaron horizontes, recorrieron la belleza de Latinoamérica y también conocieron la situación social en que vivían los pueblos olvidados. Dos años después, el 7 de julio de 1953, Ernesto Guevara emprendió su segundo recorrido, esta vez con su otro amigo, Carlos "Calica" Ferrer. Para entonces, Granado estaba instalado en Venezuela y había conocido a su amor. Tuvo dos de sus tres hijos, trabajaba como bioquímico y ayudaba en el leprosario de Cabo Blanco. Pero al triunfar la revolución cubana, se mudó a la isla para seguir a su íntimo amigo. "El ya era conocido en el mundo entero como el Che Guevara, y yo....yo seguía siendo "el petiso Granado", cuenta con humor la transformación de Ernesto en el guerrillero que todos conocen.
"Ernesto fue, es, y seguirá siendo un ejemplo a seguir", dice Granado cuando se le pregunta por el 40º aniversario de la muerte del Che Guevara. Recuerda en voz alta aventuras que juntos vivieron. Momentos que fueron construyendo una cariñosa amistad a prueba de fronteras y calendarios. "¿Sabes que ya conté todas las anécdotas? Algunas más que otras, claro...", comenta al pasar. Hace un silencio, una pausa, y retoma con la idea. "Siempre me ha conmovido su inteligencia y su sensibilidad, esas dos cosas hacen que seamos amigos por siempre". Lo dice con la voz firme pero quebrada a la vez. Entonces la charla toma otro matiz. ¿Dónde estaría ahora el Che? ¿Qué estaría haciendo? ¿Qué pensaría de la situación política actual?
Este aniversario de su muerte lo recibo con la tristeza de no tenerlo al lado, y con la alegría de que está cada día más vivo en la memoria colectiva. Es difícil hacer una proyección fuera del momento histórico de cada uno, pero es indudable que su ejemplo es cada día más importante. Ernesto estaría luchando contra el imperialismo, a donde quiera que estuviera.
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